
Postoperatorio
El plan estándar de seguimiento tras una Cirugía Percutánea del Pie contempla una primera visita a mi consulta una semana después de la intervención. Retiro el vendaje y las gasas que cubren las heridas quirúrgicas. Al principio, las hemorragias solían ser más cuantiosas y la sangre empapaba el vendaje dándole una consistencia muy dura En la actualidad se manchan -claro- pero el aspecto general del pie y su envoltorio cada vez es más limpio. También el edema que lo deforma resulta cada vez menor. Es un indicativo de que la operación es menos costosa -en tiempo y gestos quirúrgicos-, lo que supone una menor agresión para el pie
Retiro todos los puntos, limpio bien las heridas, las vuelvo a pintar con una solución yodada y coloco de nuevo el vendaje.
-No es necesario que toque nada hasta la próxima consulta dentro de una semana, pero si se moja en el baño, puede levantar el vendaje y hacer de nuevo la cura. Ya ve que no requiere ninguna habilidad especial. Tomasa me mira en silencio y asiente. No sé muy bien si por acuerdo tácito a mis instrucciones o -como suele pasar a menudo- porque no entiende nada. En la duda, acostumbro repetir las instrucciones en presencia de sus familiares para asegurar la eficacia del mensaje.
-Conviene “domar” un poco los dedos, sujetarlos en su posición ideal. Podemos hacerlo con un esparadrapo de seda… así, llevando cada dedo a su sitio, forzando la posición. Si conservamos bien la alineación, conseguiremos que la postura definitiva –cuando cicatricen las heridas y consoliden las osteotomías- sea la que pretendíamos.
Terminada la operación, ajustamos de nuevo el zapato ortopédico. En quirófano colocamos una redecilla por encima del vendaje. Ahora la sustituyo por un calcetín grueso. -Ya puede caminar, Tomasa. Se encontrará mucho más cómoda…
-Si, doctor, siento el pie más ligero.
-Pues ya ve: tiene que caminar. Necesitamos que las fracturas que hemos provocado en la operación consoliden en su posición funcional. Por eso debe pisar, porque al hacerlo llevamos los huesos a esa postura. Tiene que hacerlo con el pie “plano”, como si fuera un elefante, levantando la pierna para dejarla caer con toda la planta, sin flexionar los dedos.
Ayudo a mi paciente a que dé los primeros pasos y dejo que camine sola, automatizando poco a poco mis instrucciones para lograr una marcha aceptable. Termino indicándole el plan postoperatorio hasta el alta médica:
-Nos veremos de nuevo la semana que viene. Quiero controlar la evolución y comprobar que sabe colocar el vendaje como le he indicado. Con este zapato deberá caminar durante un mes. Después, durante otro mes, utilizará unas zapatillas de tenis de suela plana. A partir de entonces, puede recuperar su calzado habitual empezando por uno holgado, que no comprima el pie, porque calculo que la inflamación va a persistir durante un tiempo más prolongado. He de advertirle que hacia el segundo mes se produce un fenómeno de cansancio psicológico de mis pacientes, lo que llamo la “depresión del juanete” Todo va bien pero el proceso empieza a ser tedioso y persisten algunas molestias porque hasta entonces no han consolidado las fracturas. Afortunadamente, dura sólo unos días. Después todo irá mejor y calculo que hacia el cuarto mes podremos extender el alta definitiva.
No queda mucho más que hablar. Contesto algunas preguntas de índole práctico que plantea Tomasa: si puede hacer labores de casa, cuánto tiempo puede pasear, si podrá ir a la boda de su sobrina que es el mes que viene… Procuro contestar a todo con claridad y, cuando he aplacado su inquietud, la veo alejarse caminando con su paso de “elefante” sin dejar de sorprenderme por la naturalidad con que lo hace. Me obliga a recordar aquellos pacientes que operaba en el hospital con cirugía abierta, que tardaban tanto tiempo en recuperar funciones elementales de apoyo y marcha, después de un período de ingreso prolongado e intenso dolor. Ella no sé si es consciente pero yo quedo maravillado de que ese pie sea el mismo cuya radiografía aún permanece en el negatoscopio. En un vistazo de reojo veo la fractura de cuatro metatarsianos y dos falanges. «Como se tuerza el tobillo y le hagan una radiografía en urgencias, van a pensar que se ha descalabrado o que algún cirujano está loco»