agosto 2nd in Ligamento Cruzado Anterior (LCA) by .

II. Con la resonancia en la mano

          Hay formas de empezar mal una consulta y una de las peores es que el primer paciente sea una señora con dolor de espalda. Ella no tiene la culpa de tener dolor de espalda pero yo arrastro la incapacidad secular de mi profesión para resolverlo. Es una dolencia compleja que anida en causas inmediatas y remotas que van desde el accidente de tráfico hasta las posturas en el trabajo, pasando por las tensiones emocionales. Y una señora de edad media, no de la Edad Media, que trabaja fuera de casa o, peor, que trabaja mucho en casa y que carga con un exceso de kilos y de emociones contenidas, no es un caso para un traumatólogo activo, de soluciones, de rompe y rasga, vamos. Es para un médico paciente, sensato y comprensivo, una buena persona establecida pacíficamente en la profesión, como los médicos de antes, los de «cabecera» que luego fueron «de familia» y ahí se acabó todo, la naturaleza de los auténticos médicos de «la» familia para convertirse en médicos de los de ahora con una especialidad pero mucho menos tiempo y paciencia. El dolor de espalda de la señora entrada en carnes y sentimientos frustrados, para no hablar del deportista del ocio obsesivo, es muy frustrante. Para el paciente y para mí. Porque requiere mucho tiempo, sí, pero sobre todo porque no tengo una solución rápida, porque no se cura, porque para estar mejor necesita de muchas medidas terapéuticas, de tantos cuidados que, casi con seguridad, nunca llegará a ponerlos en práctica o no por mucho tiempo.

          Siempre espero que me toquen pocos dolores de espalda. Dolores, dolores, de esos que empiezan por el cuello, bajan por la raspa, se dan la vuelta… y ya me he perdido. Otra cosa es que el paciente tenga una hernia de disco o se haya roto una vértebra. Eso es algo que se entiende y se ve, algo que abordar y tratar de solucionar. Lo otro es mucho más difícil y abarca áreas del conocimiento médico y humano que no están al alcance de un modesto cirujano.

           Por eso, cuando el primer paciente es la joven señora del accidente de esquí que entra en la consulta, ya sin muletas y con una leve cojera, con la resonancia bajo el brazo, dejo escapar un suspiro aliviado. «Es lo mío» -pienso- y me lanzo a por el sobre, haciendo una pausa meditada para preguntar a la señora por su estado, por la evolución desde la anterior consulta, por sus sensaciones.

          -Estoy mucho mejor, doctor. Prácticamente no me duele y puedo andar sin muletas.

          Noto en el tono un interrogante, el que cuestiona mi alarma, el diagnóstico de rotura del cruzado. ¿Cómo va a ser eso si en tan pocos días estoy casi recuperada?

          -Lo que le ocurre es muy normal -contesto con seguridad pero con lentitud deliberada, manteniendo la calma y el tono profesional pero sin llevar la contraria- La inflamación ha bajado, tiene la rodilla menos hinchada y, salvo que el menisco esté roto, no tiene por qué doler otra cosa que el ligamento lateral interno. Y eso, si evita girar la rodilla, normalmente no ocurre. Vamos a echar un vistazo a su rodilla antes de ver la resonancia.

          Lo de explorar al paciente antes de ver las pruebas complementarias es un ejercicio de disciplina que me impongo en todos los casos. Hay que huir de la solución rápida, de la lectura de un informe que nos avisa del diagnóstico antes de ver o tocar. No me olvido nunca que las pruebas complementarias son eso, «complementarias» a mi exploración, que las imágenes inducen a error y que debo fiarme mucho más de mi experiencia, de mi razonamiento, hasta de mi intuición, que de unas placas.

          Repito las maniobras de días antes y el resultado es idéntico. En los tests dinámicos obtengo un resalte de la tibia, un movimiento imposible si la articulación estuviera bien sujeta, si el ligamento cruzado estuviera intacto.

          -No hay duda. Tiene Vd. roto el cruzado anterior.

          -¿Está seguro?

           -Totalmente. Vamos a ver, de todas formas, la resonancia y el informe del radiólogo.

 

 

 

 

 

 

  

        Coloco las placas en el negatoscopio y me resisto a leer todavía el informe. Repaso el recorrido que hizo la máquina para obtener la serie de imágenes que tengo ante mí. Identifico las de corte sagital, las que ofrecen con más claridad indicios de rotura en los meniscos, y las leo de fuera adentro, desde el compartimento externo (sé que lo es porque ahí está el peroné) hasta el interno, con los ligamentos cruzados en el espacio entre ambos. No veo rotura meniscal. Si acaso un pequeño trazo blanquecino, sobre el oscuro del negativo, en el cuerno anterior del menisco externo. En el espacio intermedio se aprecia con toda nitidez el recorrido del ligamento cruzado posterior pero en el emplazamiento del anterior, los contornos están desdibujados. No ha desaparecido del todo pero eso es habitual. Hasta que no pase mucho más tiempo no desaparecerán fibras que mantengan un perfil aparente de continuidad del ligamento.

          Me concedo, por fin, un vistazo al informe y lo repaso en voz alta para que lo oiga la paciente:

          -Conclusiones… Rotura parcial de ligamento cruzado anterior, rotura de ligamento lateral interno, contusión ósea de cóndilo femoral… rotura degenerativa de grado II de asta anterior de menisco externo…

         -Pero, entonces, ¡tengo muchas más cosas rotas!

          -No, no, tranquila. Son los hallazgos habituales. El lataral interno ya sabíamos que estaba roto, el cruzado anterior también lo está aunque en las primeras exploraciones siempre se informe una rotura «parcial» En realidad lo es pero casi siempre acaba siendo completa. El asta anterior del menisco externo presenta una imagen habitual y no puede ser considerada como una rotura. En definitiva: tiene roto el ligamento lateral interno, como sabíamos, y el cruzado anterior, como imaginábamos. No tiene lesiones meniscales acompañantes y eso siempre es una buena noticia.

          -Ya me deja un poco más tranquila

          -Muy bien, puede vestirse

          -Y ahora, ¿qué tenemos que hacer?

          -Pues… siéntese que se lo cuento…