
Durante dieciocho años dediqué mi atención profesional al fútbol. Como en tantas otras actividades, no supe mantener una posición distante; me impliqué hasta las trancas y entregué todo mi esfuerzo, mis intenciones, mi ilusión y mi vida al club. Podía haber sido el médico, cumplir el horario, acudir a los partidos y cerrar la puerta de mi casa, impermeabilizado a su influencia una vez recuperado el control de mi intimidad. No fue así. Fui el médico pero arrimé el hombro en cualquier actividad tangencial que se pusiera a mi alcance. Hice de amigo, de padre, de confesor, de relaciones públicas, de organizador, de comunicador, de escudero… En algunas ocasiones soñé que el entrenador me sacaba del banquillo para jugar. En el banquillo, precisamente, me sorprendía a mí mismo estirando la pierna en un disparatado intento de manejo del balón a distancia.
Viví fuertes emociones, alegrías y desencantos. Sufrí las derrotas como nadie y rompí las leyes de la gravedad y mis propias limitaciones físicas para dar saltos desde el banquillo cuando metíamos un gol. Quedé afónico animando a “mis” jugadores y protestando las repetidas y nefastas decisiones de un árbitro que no merecía el honor de su apellido –patronímico de un querido país asiático- que la tomó con nosotros y nos hizo perder muchos partidos.
Me entregué tanto que fui capaz de renunciar a funciones que casi ningún cirujano hubiera puesto en otras manos. Tuve claro desde el principio que, siendo médico del club, no podía ser su cirujano. Lo fui, sin embargo, en muchas ocasiones: cuando un jugador lo pedía con insistencia. En los demás casos, llamaba a un colega para realizar la intervención aunque ello me costara un dolor de tripas. Fue muy doloroso ceder el bisturí en operaciones que realizaba todos los días con otros pacientes. En cierta ocasión, un miembro del consejo de administración me preguntó por qué lo hacía.
-Mis razones son fáciles de entender –respondí-. Vine a este club siendo un joven cirujano, ya conocido en la ciudad y provincia, pero desconocido para la mayoría de los jugadores. En aquel momento, gracias al convenio de asistencia con la Mutua ASEPEYO, los jugadores se operaban en Barcelona con el doctor Borrell, jefe de servicio en la mutua y en el Barça. Todo el mundo estaba contento con la atención de Josep Borrell y yo no podía rivalizar con su bien ganado prestigio. A pesar del inconveniente de la distancia, continuamos con la inercia establecida. Se daba, sin embargo, la circunstancia de que en Donostia y en Policlínica Gipuzkoa éramos pioneros en técnicas artroscópicas y no podía consentir que se hiciera en otro sitio lo que, según mi punto de vista, se hacía mejor aquí. Por eso, poco a poco, cambiamos la tendencia y la mayoría de las intervenciones se hicieron en nuestra clínica.
-Pero eso no explica por qué después no operas tú.
-Tienes razón. A eso iba. Te voy a resumir mis razones. Creo que el paciente debe poder elegir el cirujano, mucho más en el caso de un futbolista que tiene la posibilidad de ser atendido en cualquier parte del mundo por los mejores o, al menos, los más prestigiosos especialistas. Si un jugador pide que le opere, le opero. Pero como norma general debo buscar una fórmula neutra para que sea atendido por alguien que no esté directamente relacionado con el vestuario. Imagínate el conflicto si me empeño en operar a un jugador y éste se niega para acudir a otro colega…
-Lo entiendo –respondió el consejero-. Te has convertido en algo así como un traumatólogo consultor por pura generosidad, para evitar conflictos en el vestuario.
-No del todo. No sólo por generosidad. También por un cálculo inteligente de la situación. Me he ganado la confianza de los jugadores porque diagnostico bien pero mi indicación de cirugía tiene credibilidad porque no soy quien debe realizarla. Además existe otra razón.. .
Mi interlocutor permaneció en silencio, con expresión atenta, esperando mi explicación.
-Los cirujanos contamos con una estadística de resultados y es ley universal que en nuestra relación hay un número fallido, de malos resultados. El mejor cirujano del mundo –lo comprobamos en cada congreso- declara una proporción de buenos, regulares y malos. Los malos rondan el 15% según la técnica que se esté analizando. ¿Te imaginas un cirujano de club que tenga ese porcentaje de malos resultados año tras año? Iría dejando un reguero de muertes deportivas. No podría durar cinco años. O veintiocho, que son los años de mi teórica dedicación al club hasta la edad de jubilación.
-Ya veo. No es sólo generosidad.
-No. Como te he dicho, es el resultado de un análisis de posibilidades y consecuencias.
10/08/2010
Hola Eduardo! Vaya lujazo de página has preparado! me encanta! has sabido conjugar perfectamente salud, cultura, deporte…sencillamente genial!
Sobre «Cerca del Verde» me ha gustado mucho la explicación real, la tuya sobre tu manera de trabajar y decidir sobre las posibles curugías dentro del club, pues siendo como eres una referencia nacional, mucha gente es posible que no entendiera el porqué de tus derivaciones hacia otros colegas.
Te doy la razón pues el equilibrio dentro del vestuario, directiva, afición …se adivina muy muy complicado y está claro que otros grandes clubes hacen lo mismo que tú planteabas pero allí nadie cuestionaba nada…
En definitiva, que te felicito de nuevo, por tu trayectoria personal y deportiva, seguro que ahora eres más feliz ( se te nota, que te conozco!!!) y eres más tú mismo para bien de tu familia, de tus amigos y hasta de tus pacientes.
Felicidades «Leonardo da Vinci» contemporáneo!!!!
11/08/2010
Hola, Txema
Como siempre, al quite. Te agradezco el mensaje de apoyo porque tu reconocimiento es un estímulo para intentar continuar con el blog, que ya puedes imaginar el tiempo que detrae de mis ratos de ocio. Pero no sigas por ahí que tus elogios suponen presión añadida (je, je)
Te animo a que sigas la misma pauta ahora que eres el rey del blog de Kinesiotape.
Un fuerte abrazo
09/02/2011
El Dr. Josep Borrell, en ocasiones, no digo en todos los casos, pero sí en el de un futbolista de alto nivel, familiar mio, ha realizado operaciones contraindicadas en un deportista de élite, por ejemplo, una rotura de fémur distal, para corregir unos grados la desviación.
A sabiendas de las consecuencias parece que actuó más a favor de otros intereses que en los del futbolista
12/05/2011
Me doy cuenta de que mi respuesta estaba en el apartado de la indicación quirúrgica y quizá no la hayas leído. Te la copio aquí:
Perdona que haya tardado unos días en responderte. Acabo de volver de viaje
Lo que me comentas es algo que pasa con todos los traumatólogos, no sólo con el Dr. Borrell. Podemos equivocarnos, estar confundidos en nuestro diagnóstico, en nuestras indicaciones… La Medicina es una ciencia inexacta y la aplicación de sus principios depende de criterios de interpretación personal que en personas de experiencia, son habitualmente acertados. Pero no siempre.
La operación que refieres supongo que describe una osteotomía. Es improbable que fuera del fémur. Seguramente fue de la tibia.
Es posible que en un jugador profesional reste posibilidades de técnica futbolística. Pero a veces es la única opción para evitar una degeneración artrósica del compartimento interno que sea irreversible y sólo se pueda “solucionar” con una prótesis.
No puedo opinar sobre el tema concreto pero puedo asegurar, porque he sido testigo, que los criterios del Dr. Borrell eran muy acertados y que como cirujano era excepcional. No discuto su intervención en el caso concreto. Desgraciadamente, hasta el mejor cirujano, el de más prestigio del mundo, cuando publica una estadística de su actuación, tiene que declarar un porcentaje de casos fracasados.
24/11/2011
Aupa Eduardo : un abrazo desde galicia
11/12/2011
Querido Luis: ¡Qué alegría! Tenemos que vernos, no hay más remedio. Si me dices cuándo, me movilizo para citar a toda la banda de Leioa. Un fuerte, fuerte, fuerte abrazo